Los grupos yijadistas son apocalípticos, esto es, buscan la instauración de un nuevo mundo destruyendo el actual. El Islam, en cambio, es una religión de paz y su Libro sagrado, el Corán, insta a la solidaridad entre las grandes religiones como protegidas de Dios o Al-lâh. Esto es tan indudable como que las distintas confesiones cristianas tienen un nexo común: el amor a Dios y al prójimo como principales mandamientos. El como transmitan sus líderes ese mensaje es otra historia.
Sin embargo, los musulmanes consideran que Muhammad-Mahoma es el sello de los profetas (jātim al-anbiyā). Ni más ni menos que un modo de asegurarse que la perduración de su mensaje, el Corán, prevalecerá hasta la llegada de
Todas las religiones tienen sus seguidores extremistas que hacen del integrismo su credo y el Islam no iba a escapar a ello ya que no es distinta a las demás. Tal vez debiéramos remontarnos al siglo XII, cuando el grupo ismailí conocido como “asesinos”, mantuvo en jaque al mundo islámico sunní. Pero verdaderamente, el terrorismo yijadista, tal y como lo conocemos, se origina a finales de la década de los cuarenta con la constitución del Estado de Israel y el consiguiente conflicto árabo-israelí del que su primer ejemplo más impactante fue “Septiembre Negro”, el grupo que secuestró y mató a varios atletas en las olimpiadas de 1972 en Berlín, iniciándose en esta década la cuarta oleada u oleada religiosa del terrorismo (David C. Rapoport) debiendo el nombre de terrorismo o terrorista a